10 de noviembre de 2011

A un fantasma dolorido

Querido Charles-Louis:
¡qué estridente y doloroso es tu lamento de ultratumba!

Fue soportable unos meses ese “uuhhh” tuyo suave, sibilino, que llegaba cada noche en forma de aviso que no lograba entender. Pero el miércoles no. El miércoles me hizo polvo. Erizado el bello, gélido el sudor en la frente, me acongojaste cuando, en mitad de la madrugada, gritaste fuerte y nítido: “¡pero... qué estáis haciendooo con lo míoooo!”

Pensé al despertar que había sido un mal sueño, otro más. Cuando, después del café, encendí el cigarro que acompaña a la prensa en el smartphone (otro día te explico)... entonces, lo comprendí todo.

¡Vaya si lo entendí! ¡Cuán justificado era tu alarido! Qué jodido descubrir que lo que durante años intentaron sin éxito los Poderes de tu Estado “nacido para la defensa del hombre y del ciudadano” lo había conseguido en días (en horas quizás) el omnipotente Mercado. Ni el Legislativo -que manipuló con arte el Ejecutor- ni el Judicial -que compró y manejó a su antojo el neotirano- pudieron con él.  Berlusconi anunciaba su próxima dimisión… pero no por sus chanchullos mafiosos ni sus escándalos machistas... ¡no! Se hacía mala la mejor noticia al constatar que ya sólo existe un Ejecutivo que machaca líderes machacando países a los que, por avaricia y capricho, transforma en fango.

Así que, estimado Señor de la Brède: devuélvenos tu Ilustración e ilústranos sobre lo que ha de venir. Tus Poderes Separados, que tanto bien hicieron durante más de dos siglos, ya no pueden con el Poder con el que tu no contabas cuando afirmaste aquello de que “no existe tiranía peor que la ejercida a la sombra de las leyes y con apariencias de justicia." Reencárnate para que respiremos o, al menos, haz el favor de aparecerte, no a mi, sino a alguno de los líderes que no tenemos.

Entre tanto, venerado Barón de Montesquieu... descansa en paz ¡si puedes!
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