21 de septiembre de 2012

La más larga historia de amor

Ella terminaba su jornada laboral cuando se conocieron. No había sido un buen día después de otra noche sin dormir. Hacía calor a pesar de que el verano apuraba sus días de septiembre y, entre la congoja, los sudores y el sueño, estuvo a punto de hacer la ola cuando vio llegar el autobús. Apagó el cigarro en el asfalto y sacó el iPhone del bolso para entretener el trayecto mientras se acomodaba en uno de los últimos asientos. En ese momento una voz grave pero dulce, de acento francés, interrogó desde la puerta a su derecha: ¿es el augtovù que vá a T-cuatgo?

Ojos verdes tono semáforo, piel aceituna y pelo marrón roble con las vetas blancas de la madurez que embellece; vaquero azul maltratado, deportivas y una T-shirt holgada que mostraba un orgulloso brazo izquierdo arrastrando una maleta de ruedas. Apenas tardó medio segundo en girar la cabeza y hacer la radiografía; las mismas cinco décimas que necesitó para enamorarse mientras contestaba a su pregunta, con el índice moviéndose a derecha e izquierda: ¡no, no, no! 

¡Idiota. Tenía que haberle engañado! Pero el bote del corazón ralentizó la neurona y el medio segundo no bastó para la sibilina treta. Así que las puertas comenzaron a cerrarse cuando él, sin dejar de mirarla, se apeaba del autobús. Y, mientras ella -temerosa de que pudieran hacer daño a su hombre- gritaba arrebatada ¡CUIDADO! al conductor, la goma negra sólo logró rozar la camiseta blanca dejándolo marchar. Los pasajeros voltearon la cabeza para mirar a la histérica, pero la histérica... ya sólo tenía ojos para él.

Y a través de la ventanilla le señaló, con el dedo que no debía haber movido antes, dónde estaba la parada de su autobús. Y no dejó de observarle atontada mientras el vehículo se alejaba y él caminaba devolviéndole el sentimiento con los ojos verde semáforo fijos en ella y la boca de acento francés regalándole la sonrisa más limpia, cálida y tierna. Inseparables separados -ella en Madrid; él rumbo a París, tal vez a Lyon o a Tombuctú- después de tres segundos en los que se obsequiaron con todo el deseo, la entrega y todo el amor de la más larga historia... en la más breve. Mucho más que el tiempo que has empleado tú en leer el más cursi de los post.
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11 comentarios:

  1. Quien no alimenta algunos de sus días con sutiles y fantasiosas cursilerías color aceituna, no tiene idea de la dulzura que puede resultar conocer la realidad de un sueño descrito por una mujer de ojos inmensos …

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    1. Vaya... ¡y pensaba que yo era cursi!
      Bonito comentario!
      Gracias

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  2. Jajaja, si, bueno, creo que todos tenemos ese puntito cursi, a mí no me importa reconocerlo en algunas ocasiones, y sabes que me gusta lo que escribes. Si te ha gustado, perfecto. Saludos

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  3. De cursi nada. Me he enamorado hasta el tuétano de ese hombre con acento francés. Hasta le echo de menos. Ese instante.. Ya es eterno.

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    1. Yo también Iconos... Menos mal que aún nos quedan la Conferencia de los Pájaros e instantes como esos!

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  4. Eres más cursi que un lazo rosa!

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  5. Sé que me conoces bien... aunque no sepa quien eres.
    Un placer...querido anónimo!

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  6. Una vez, solo una vez , viví "un instante" que además sentí recíproco. De vez en cuando lo recuerdo, ahora mismo, y siento escalofríos, porque si no hubiera sido "un instante", quizás lo habría dejado todo.

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    1. Sólo desde la reprocidad se entienden esos instantes tan intensos como preciosos. Yo no lo hubiera dejado todo... pero casi ;)
      Muxu Bronte

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