El despertador de Loto ha sonado hoy, como cada mañana, a las 7 y media. Como cada despertar su gesto primero ha sido encender el transistor de la cocina, la compañía del café. Oliver anunciaba una mañana de temperatura suave -“6 grados en la Gran Vía”- cuando Iñaki ha roto la antena: “tenemos información de la explosión de un artefacto en un tren….” Loto ha pesando que era una más, otra de tantas. Hasta que ya no era una explosión, sino dos, finalmente tres. Hasta que, camino del cole de Mikiki, en la radio del coche, Seve Donate, con un nudo en la garganta, ha comparado lo que veía en Atocha con una de esas imágenes de Jerusalén tras la explosión de un suicida en un autobús. Hasta que ha oído llorar al “machote” de Pacojó, cuando trataba de contarle a Iñaki lo que estaba viendo desde el balcón de su casa en la calle Tellez. Hasta que, ya con los nervios del “tengo que llegar a la radio”, no ha podido cruzar la calle Doctor Esquerdo porque, sin la necesidad de indicación policial, los impacientes conductores han esperado pacientes el paso incesante de ambulancias hacia el Gregorio Marañon. Hasta que, al llegar por fin a la Gran Via, sin apenas circulación, ha visto a un hombre ensangrentado en el interior de un vehiculo de la policía municipal
Ya no cabía duda, no era una más, no otra de tantas. Cada vez más muertos, cada vez más heridos, cada vez más horror que sin embargo se ha convertido, en su mesa de la octava planta del número 32, en trabajo. Hasta que Dani Anido le ha pedido que se vaya a IFEMA. Hasta que en la puerta de la improvisada morgue ha visto a decenas de anónimos madrileños decepcionados porque un responsable del 112 gritaba: “vuelvan a casa, tenemos más ayuda de la que necesitamos”. Hasta que ha escuchado el silencio del interior del Pabellón 6. Hasta que ha visto las caras de las familias, tras el peregrinaje de hospital en hospital, con la esperanza de que los suyos tampoco estuvieran allí. Hasta que ha escuchado por megafonía dos apellidos, otra identificación! Hasta que al regresar a casa, ya de madrugada, el taxi no ha bajado la bandera -"hoy no"
Aquel día Loto no pudo llorar. Hoy, cómo le ocurre cada 11 de marzo desde hace 5 años, las lágrimas han vuelto a su garganta, y a sus ojos, cuando ha encendido la radio al despertar.
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Emocionante recuerdo, querida Loto
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