Un canijo soberbio (que no es lo mismo que un soberbio canijo) con ínfulas divinas y muchas ansias de poder, toma como ejemplo a un fascista tan estirado que si se quedara quieto tres segundos se lo llevarían a un museo de cera… y, para distraer la atención de los problemas de su partido y ganar un puñado de votos, saca la escoba de la xenofobia para limpiar de miserables gitanos su territorio, unos pobres harapientos -que bastante tienen con lo suyo- a quienes ampara uno de los pilares del Derecho Comunitario como es la libre circulación del personal. Y, cuando todos esperábamos que esa coral de 27 fotogénicos defensores de Europa y de los europeos (entre quienes se encuentran búlgaros y rumanos por cierto) le dijese al solista “por ahí no canijo, que estás desafinao” ¿qué ocurre?
Que los cantores de la tolerancia y los derechos civiles callan como putas -pobres putas, qué culpa tendrán- las vergüenzas del que desentona y cargan contra la única que se atrevió a ponerle nombre a la cuestión: “esto es una asquerosidad”
Lo es. Una asquerosidad, un escándalo terriblemente triste y muy preocupante.
¿Se atreverán después a pedirnos confianza en Europa? Con Loto que no cuenten!
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