Sujeto pasivo de la crisis ¡qué difícil es tirar del carro -niño mío- sin dejarse en las complicaciones, que se nos suman sin querer, un buen jirón de todo y el todo de lo que no hay! ¡Cómo se complica el avanzar en este estrecho espacio que ya no es de dos sino de tres… o de cuatro! Seguro que no del uno al que cada minuto se le convierte, en el saldo con comisión del cajero automático, en un nudo en la barriga y una aterrorizada perspectiva del ¡ay... mi niño!
Menos mal que está él y están sus paréntesis…
… que transforman, con amarilla transparencia, en dorado el gris...
… que convierten la sonrisa tibia de la mañana de primavera, cuando se ha helado, en el ardor doloroso de la lumbre el instante antes de que empiece a quemar.
Y ¿qué hago si sé que sus tiempos amables sólo duran el ratito en el que la nebulosa amnésica se transforma en Orfidal? ¿qué hago si sé que se van a ir dejándome la misma grisura plateada, el mismo hielo y el mismo saldo con comisión en el cajero automático?
Me quedo contigo, niño.
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Me quedo contigo, niño.
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