Y no lo fue.
Allí estaba él. El demonio. El que robó lo mío y le quitó a otro mis horas y un trozo de corazón estaba detrás de mí… y ¡gritaba lo mismo que yo!
Allí estaba él. El demonio. El que robó lo mío y le quitó a otro mis horas y un trozo de corazón estaba detrás de mí… y ¡gritaba lo mismo que yo!
El asombró paralizó mi boca, no pude romper la mandíbula y
la rabia se transformó en el hielo que me congeló la voz. ¿Cómo se puede ser tan hipócrita, Antonio? ¿Cómo tan diabólicamente indecente para sumar tu grito
al de los enmudecidos por pusilánimes advenedizos
como tú?
Sin palabra.
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...que el hielo que congeló tu voz se convierta en la guadaña que siegue el alma a hipócritas, necios, engreidos, inútiles y envidiosos...
ResponderEliminar...que así sea!!...
...y que al final, aunque tarde un poco, el periodismo ponga a cada cual en su sitio. Y el tuyo es y será sitio de privilegio...
...que así sea!!...
Mouxos, coruxas, sapos e bruxas!!!
ResponderEliminar...el periodismo y, antes, el juzgado 22 de lo Social!
Muac!!
Si me quedo sin palabras o todas las que me vienen a la cabeza son poco recomendables para una dama ante los tienen una desfachatez que no les cabe en un armario de 4 cuerpos, lo que me entra es un cabreo de puta madre.
ResponderEliminarLo de tu grito mudo es esto pero en fino, no?
Exactamente eso... Bueno... quizás un pelín mas fuerte!!!
ResponderEliminar;)
Hay silencios que martillean y martillean cerebros huecos durante horas, días, semanas...
ResponderEliminarNo será el tuyo un cerebro vacío... venerado Prometeo... si fuiste capaz de engañar hasta el mismísimo Zeus!
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