25 de octubre de 2012

El problema no es la huerta sino el hortelano

Un día me contó mi abuelo, mi centenario abuelo, la historia de un pariente lejano, Salustiano Iglesias, Salus para los amigos. Inteligente emprendedor de finales del  XIX, importó una brillante idea y fundó en España la huerta del tomate obrero. Empezó con un pequeño terreno que se encargaba de servir tomates a precios asequibles a quienes contribuían a su cuidado: la clase trabajadora de la Revolución Industrial.

Funcionó tan bien durante tanto tiempo que las tomateras crecieron y la huerta se convirtió en invernadero: pepinos, lechugas, calabacines, berenjenas, acelgas… Atendida la verdura con mimo por los curritos que participaban del negocio, la compañía se convirtió en una amenaza para otros productores que, tras la Guerra Civil española, consiguieron que la dictadura franquista ilegalizara la empresa para que sólo se alimentaran los que pagaban bien. Los herederos: hijo y sobrinos de Salustiano, gente noble, valiente y combativa, decidieron sin embargo mantener la empresa a escondidas, en un mar de plásticos clandestinos, de forma que, cien años después de su creación, muerto y enterrado ya el dictador, la huerta se convirtió en la primera verdulería de España, con producción propia, calidad óptima y el precio más competitivo.

Por aquel entonces, finales del siglo XX, el negocio ya estaba en manos de Salustiano González, el nieto de Salus. Un chico formado, con un par de carreras y algún que otro master. Viajado, listo, carismático, extendió el negocio a Europa ya con su nuevo logo: un tomate sobre una mano roja. Llegó la modernidad a la empresa, a la Tomatera Salustiano de los Hortelanos Obreros de España –la TSHOE- que cambió la filosofía del cultivo social por otra más acorde a los tiempos: el libre mercado. Los tomates seguían siendo los mejores pero, gobernados por la ley de la oferta y la demanda, comenzaron los vaivenes. Subían los tomates, bajaban los rábanos, se disparaba el precio del calabacín… El producto dejó de ser aquel bien cercano al pueblo que con tanta ternura lo había cultivado.

Dos presidentes más pasaron por la empresa tras la dimisión, tan sensata como tardía, de Salustiano III. Uno apenas aguantó tres años sin conseguir reflotarla. Otro, un leonés, pariente lejano de la familia, de bonitos ojos y mejor talante, volvió a llevarla a lo más alto en un periodo de algo más de 6 años en los que la ciudadanía saboreó de nuevo, al mejor precio, el mejor tomate hortelano. No supo sin embargo el joven anticiparse a la crisis verdulera norteamericana y la tomatera cayó en picado, con amenaza de quiebra.

En la actualidad, con una economía que no levanta cabeza, la TSHOE ya sólo mantiene dos huertas: una en Andalucía y otra, mucho más humilde, en Asturias... y ¡los tomates se siguen sin vender! Los acreedores se frotan las manos pero no quiere verlo su ciego gobernador, un hombre experimentado, consejero delegado en todas las presidencias de la empresa desde la mejor época de Salustiano González, a quien regala los oídos su camarilla de directores de producción, negocio y marketing... que ven todavía menos que él. No es que los tomates sean caros y hayan perdido su tradicional calidad. Es que ya no los quieren ni quienes los cultivaron. Y a pesar de que algunos le han pedido que lo deje, que se marche, que el pueblo necesita la verdura más que nunca, él  ha respondido hoy en una emisora de radio que “no”, que "el problema no es del hortelano, sino de la huerta"… ¡de la huerta!

Mi abuelo centenario me ha llamado y, entre lamentos, me ha recordado la frase de otro histórico de la compañía, un tal Tierno Galván: “el poder es como un explosivo; o se maneja bien o estalla”. ¡Ay -se ha quejado el abuelo antes de colgar- si el pobre Salus levantara la cabeza!
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11 comentarios:

  1. Malos tiempos para el tomate obrero, con tanta gaviota burguesa alrededor...

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    1. ...y tanto hortelano despistado que se ha olvidado de que el mejor fertilizante es el estiércol!
      :)

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  2. Ese tomate miraba con anhelos a esa gaviota tan elegante y con tanta gomina, que se quiso parecer a ellos.

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    1. No lo creo xmgf! Nunca miró el tomate a la gaviota con anhelo... quizás sí al cielo olvidándose de la tierra que le alimenta
      Gracias por tu comentario

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    2. Cierto, y qué decir de esos que pensaron que sus retoños podrían volar como las gaviotas y ahora están volando de nuevo a hacer las américas.
      Al final todo es cíclico, amigo xmgf, Pero cómo se lo explicaremos a los que regresaron pensando que los tiempos de los señoritos habían pasado y se encuentran con que ellos, los de siempre, siguen arriba y nosotros abajo?

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  3. El gran Tierno, no por su nombre sino por su calidad humana y política, ha sido uno de los Alcaldes más celebrados y queridos... ¡Ay si levantara la cabeza!. Cómo ha cambiado el cuento.

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    1. Si levantara la cabeza... metería a todos los de la tomatera en una caja con una máquina de pienso y una rueda... igual que tu pobre hámster. ¡Lástima de animal!
      ;)

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    2. Los hortelanos de hoy día se dedican a vender tomates en vez de a trabajar la tierra

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    3. No todos Carres, no todos...
      Yo he tenido la fortuna de encontrarme a alguno que cada mañana, con los pies amarrados a la TIERRA que trabaja, mira al cielo esperando el SOL y el AGUA.
      Quedan hortelanos así. Y esos, los buenos, los valientes, los enamorados de sus raíces y de sus alas... esos son el futuro.
      Gracias por el comentario

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  4. Perdón por la intromisión pero creo que cuando hay comentarios sobre 'gaviotas' considero que es desviar el tema y volver al "más de lo mismo". Una cosa es ser político o que uno/a se preocupe por la política y otro es entrar en la guerra del 'y tú más' y mientras, la casa sin barrer.

    Sería tan larga la lista y aprecio tanto mi tiempo que no merece la pena entrar en esos roles, roles que acaban formando un círculo vicioso.

    Mira a tu alrededor, participa en cambiar lo que consideres y no esperes nunca nadie de nada, menos de un político de tu país.

    Suerte.

    P.D.- Cristina, la 'culpa' de todo es de Salus. Un beso.

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    1. ¿Intromisión?
      ¡Intromisiones inteligentes son bienvenidas!
      Pero... si de algo es culpable el bueno de Salus es de grandes avances que, lamentablemente, los herederos se encargaron de prostituir.
      Hay que actuar sin esperar nada de nadie pero el sistema es el que es. Y si voto, delego. Y no espero sino que exijo. Aunque confieso: cada vez son menos las ganas de delegar.
      Gracias por entrometerte... hec!

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