"El hermano de uno murió por disparos de un francotirador cuando cruzaba la calle, la madre de otro, en un bombardeo; todo el mundo quiere contar todo sin esperar. Agitan sus teléfonos: '¡Chouf, chouf, mira!' Un cadáver cubierto de señales de torturas, otro con el cráneo hundido, otro en el que la cámara se detiene en cada herida, agujeros en la ingle, en la pierna, en el pecho, en la garganta. En todas partes me enseñan las mismas cosas... En Homs, cada teléfono es un museo de los horrores." JonathanLittell. Siria, al otro lado del espejo
Hace justo dos años, Loto preparaba entusiasmada, con lápiz HB nº2, sacapuntas y la guía Lonely Planet, el viaje que estos días lee en tinta de imprenta escupida desde las entrañas de quien supo, con maestría, penetrar en las suyas.
Prontó hará dos años, Loto conoció otro Homs y otra Siria. El primero, de pasada, buscando transporte en una terminal de autobús para cruzar, al revés que Littell, la frontera hacia Líbano. La segunda, en la breve profundidad que permite la pasión contenida tras un bigote o un hiyab, emborrachando los sentidos en las ancianas Damasco y Palmira.
Hace ya dos años que subrayaba con los ojos sonrientes. Hoy prefiere no resaltar nada ¿para qué? Sólo lee, con la sonrisa triste de la envidia agradecida y el hígado machacado por la rabia de saber que no podría volver y, aunque pudiera... el viaje ya no sería sino su inversa.
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Su inversa puede ser más bello e intenso. La ida fue el sueño más bonito que tuve.
ResponderEliminarMarchito
Su inversa está a este lado del espejo:
ResponderEliminar"Es por la mañana. La lluvia cae con fuerza. Uno de los dos libaneses, al volante de una furgoneta, nos lleva a los tres por las carreteritas de Monte Líbano, para evitar los controles del Ejército libanés, hasta una gran llanura pedregosa. Delante de nosotros, Siria. Pasada una curva de la carretera, nos esperan tres jóvenes con motos. Tampoco ellos son profesionales, no son más que unos agricultores locales, con las manos rojas y encallecidas. Vamos por unos caminos llenos de barro, entre casas y campos de labranza, nos cruzamos con niños mocosos y mal vestidos, colmenas, algunos caballos, hasta llegar a una casa en la que unos campesinos sonrientes nos sirven café. Una comunicación por radio: el camino está despejado, volvemos a salir hacia otra casa del pueblo, más allá. En ese momento, llega al móvil un SMS del Ministerio de Turismo, en inglés: "Bienvenido a Siria". Hemos pasado al otro lado del espejo"
Jonathan Littell. Siria, al otro lado del espejo