“España tiene sed de elecciones”, “Recuperar España”, “España tiene sed de urnas”, “Rajoy se ve en la Moncloa”, “España no es un caso perdido”, “Rajoy convoca a la regeneración nacional”.
España, España, España… y Rajoy.
Pocas veces, salvo cuando se han producido noticias que indudablemente lo eran (que no parece el caso), las primeras de los diarios de tirada nacional han sido tan unánimes y tan parecidas. Progresistas y conservadores -por supuesto la caverna- coinciden en llevar el mensaje mesiánico-marianista a sus titulares, ilustrados con la imagen de un Rajoy con el puño derecho en alto o con la mano derecha abierta para el saludo, también en alto, o con las dos manos abiertas a la altura de los hombros en posición de pontificar…. siempre iluminado el líder de la oposición por un foco de limpio, divino y redentor, azul.
Una posterior lectura sosegada evidencia las diferencias entre la incondicional entrega de los segundos y el espíritu crítico de los primeros al denunciar la oquedad, la euforia vacua y el entusiasmo beodo y trivial del PP. Pero ¿quién en este país le dedica sosiego a la prensa?
Lo que hoy queda, por tanto, es un regalo de barniz presidencial para Mariano Rajoy. Una laca que, con un boato y despilfarro impropio de los tiempos que vivimos, nos ha conseguido colar lo que aquel calificó de “orgía colectiva” popular. Toda una borrachera de poder injustificadamente anticipado que, más allá del debate estrictamente periodístico, deberían tener muy presente quienes podrían quedarse sin él.
Mariano vende y cuela. ¡Qué no se duerman o -mejor- qué despierten!
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